"Mis pensamientos, mis vivencias y mis letras"

Mi amigo Hector-el loco mas conocido de Piura


Desinteresadamente camina por las calles, cortando el viento piurano con sus agitadas manos. No lleva la noción del tiempo, de los días o las horas. Ni siquiera sabe que es invierno y que debe cobijarse en alguna madriguera. No tiene amigos que lo feliciten el día de su cumpleaños, ni siquiera sabe en que día nació. No sabe ni de donde viene, ni a donde va. El calendario se ha congelado para él, quizás, desde el día que decidió ver al mundo de esa manera.El bamboleo de sus brazos lo caracteriza de los otros, de aquellos que dejaron de pensar y actuar como nosotros: su pantalón color marrón, su barba jamaiquina, y su pronunciada frente que alberga al rey piurano. Nunca se le ha visto alguna pertenencia.Desarreglado camina. No puedo decir, que sale a hacerlo, pues carece de hogar o de centro que le ayude en su otra manera de percibir al mundo. Ya olvidó peinarse, pero la chifladura hace que se pase incansablemente la mano por su cabeza. Camina sin rumbo y sin preocupaciones. Quizás ya olvidó el sabor mentolado de la pasta dental, pienso que también habrá olvidado el dibujo de su sonrisa. Sólo busca algo que le aplaque los lamentos de su estómago.Es victima de burlas, inconcebidos escupitajos, y de las despiadadas flagelaciones del sol que a diario arremete sobre él. A todas, él las rechaza sin saber siquiera de su presencia. No le interesa el retroceso ni las malas caras cuando alguien pasa por su lado. Piensan que es una fiera o un león que ha escapado del circo, y se alejan volcánicamente de él con gestos de desprecio. Si tan sólo decidiera responderles, pienso, les diría que es indefenso y que busca subsistencia. Pero, de seguro, hasta la voz habrá perdido.Por las noches, cuando el sol fallece, sin algún paño abrigador se regala a la perversa intemperie. Por las madrugadas se resigna al gélido clima, encerrándolo hasta el amanecer. No tiene una hospitalaria cama, ni una confortable almohada o colchón, sólo las ganas de seguir caminando descalzo y sin control...
Cuando lo vi en el Pandora lo llamé por el que me han dicho es su nombre: Héctor. Enseguida me respondió con la mirada gacha y robotizado estiró la mano implorando sutilmente que me apiade y aplaque su cruel hambruna. Y desde aquel día se me ha hecho costumbre, cada vez que pronuncio su nombre, invitarle una empanada. Y desde aquel relleno, Héctor, es mi amigo, al cual veo como los demás no lo ven, y que seguro me ve como él no ve a los demás.

Publicado por Richard Chavez
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